Marina Abramovic es una artista de performance nacida en 1946 en la ciudad de Belgrado. Marina comenzó su carrera de performance en los años 70 y su primer trabajo ya nos deja claro que puede gustarte o no lo que hace, pero que no deja indiferente. El trabajo se llamaba Ritmo 10 y consistía en, usando veinte cuchillos, ejecutar el juego ruso de golpear la mesa con el cuchillo pasando entre los dedos abiertos de la mano. Cada vez que se cortaba, cogía un nuevo cuchillo y volvía a empezar. Lo grababa todo y luego reproducía la cinta y escuchaba los sonidos para repetir los mismos movimientos y errores.
Como ya he dicho, es de ese tipo de artistas difíciles de entender pero fascinantes en cualquier caso, pero dejadme que siga con la historia.
A finales de los 70 (1976), Marina conoció a Ulay (Uwe Laysiepen) y juntos comenzaron una relación muy intensa, que llegaba más allá de lo profesional. Ahí comenzaron 10 años de trabajo colaborativo, en los que fueron realizando diferentes performances juntos con gran éxito.
Tras esos diez años, y sabiendo que la relación se había deteriorado y no iba a seguir funcionando, en 1988 decidieron poner fin a esa etapa de sus vidas. Para ello escogieron una curiosa forma de separarse. Recorrerían la Gran Muralla China, empezando cada uno por un lado , y al encontrarse, se abrazarían y se despedirían para no volver a verse nunca más.
Y así lo hicieron. Después de caminar durante 90 días se dijeron adiós para siempre.
Y no volvieron a verse, hasta hace unas pocas semanas.
Marina, como artista consagrada, iba a ejecutar una performance en la exhibición de MoMA, que dedicaba una retrospectiva a su obra. Su actuación consistía en compartir un minuto en silencio con un extraño, ambos sentados en una mesa frente a frente.
Ulay la había visitado unos días antes en su casa, pero ella no esperaba verle de nuevo el día de la inauguración de su exposición. Ulay se apunto sin que ella lo supiera y esto es lo que sucedió.
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