Todos tenemos un horario, todos. Casi todos lo tienen impuesto, ya sea por necesidades del trabajo, por sus jefes, por sus hijos, por sus perros o por ellos mismos. Y eso es bueno, hay que tener un horario, hay que programarse el día de alguna forma y hay que fijarnos horas para hacer las tareas que tenemos pendientes.
Por leoplus
¿Pero cuántos de nosotros podemos decir que nuestro horario del día a día lo fijamos nosotros? En un 100% nadie. No nos engañemos, nosotros no decidimos nunca todo lo que hacemos, siempre hay influencia del exterior en nuestro día a día. Y no pasa nada, es lo normal, a menos que vivas en una cueva en medio de una isla desierta, en cuyo caso no se que haces leyendo este blog (pero gracias!).
El problema es cuando la influencia del exterior es tan grande, que no tenemos ninguna capacidad de decisión sobre los horarios.
El horario como herramienta
El horario debe ser una herramienta que nos ayude a mejorar nuestra productividad, un instrumento que trabaja para nosotros, y no puede ser el causante del estrés y de la tensión del día. Es nuestro horario. Nosotros lo controlamos. Si no es así, pues es como si otros vivieran nuestra vida, y no hay nada más frustrante que perder el control del día a día.
Cuando llegan nuevas tareas, nuevos eventos que se repiten y que hay que incorporar al horario, es nuestra cabeza la que los tiene que colocar, buscar un nuevo hueco y encajar ese nuevo trabajo que tenemos y queremos hacer. Se escribe muy fácil así. A la hora de la verdad, nuestros horarios están repletos, no los cumplimos la mitad de las veces, pero ahí están, llenos de horas ocupadas, desde las 8:00 am hasta las 22:00 de la noche, todo programado.
¿Cómo vamos a meter nada nuevo? No podemos, pues sencillamente no cabe. Es tan simple como eso. Si este es nuestro caso hay dos cosas que debemos hacer cuanto antes:
Bórralo todo.
La primera vaciar el horario, completamente, limpialo y déjalo en blanco. Y luego vuelve a empezar a colocar nuestras tareas diarias, pero con una condición, coloca solo aquellas que realmente queramos hacer.
Y sobre todo y ante todo, deja espacios vacíos. Pero esos espacios no son para poder añadir nuevas cosas en el futuro. No. Esos espacios son para ti. Para lo que salga, para que puedas hacer cosas nuevas fuera del horario, deja un espacio sin programar y úsalo a tu gusto. Aprovecha para leer ese libro que llevas tiempo sin empezar o para arrancar ese proyecto que habías decidido hacer todos los jueves, pero después de 3 meses ni siquiera has pensado en él. Lo que sea. Pero déjalo vacío. Y del resto del horario, planifícalo con calma, deja solo lo que es imprescindible y se flexible.
Y ahora, después de soltar un rollo impresionante sobre los horarios y lo importante que son, os voy a decir lo que es más importante de un horario:
Poder saltártelo.
Un horario en el que no puedes saltarte algún día, es un horario mal planteado. Si realmente quieres ser productivo, no puedes estar atado a un horario fijo, cada día es distinto, cada tarea a realizar requiere de un tiempo y de unos recursos diferentes y nosotros, todos y cada uno de los días nos levantamos con ánimos diferentes. Si nuestro horario no entiende eso, es que no entiende nada. Por desgracia, en el entorno laboral actual, a ver quien es el guapo que le explica eso a su jefe, pero espero (y deseo) que eso cambie (en un futuro no muy lejano). Los que trabajáis desde vuestra casa en vuestro negocio o que tenéis la libertad suficiente para organizar vuestro propio horario, estoy seguro de que más de una vez os lo habéis saltado. Y no ha pasado nada, no se ha caído el mundo y el trabajo no se ha hundido por ello.
Así que ya sabéis, haced un horario que os encaje, definid vosotros como organizáis vuestro día a día, y si la situación lo requiere, apartad la hoja con los horarios por un día e improvisad.